Este año es la tercera navidad fuera de mi País natal Venezuela, pero es la primera que paso en casa desde que llegué, te cuento como han sido mis NAVIDADES COMO EMIGRANTE.
El primer año (2019) estaba en un centro de acogida para migrantes, lo que en Venezuela se conoce como “refugio” allí me tocó compartir con numerosas personas de otras nacionalidades, en su mayoría africanos, con costumbres totalmente distintas a la mía pero de gran corazón.
En el centro se hicieron varias actividades que nos hicieron sentir que éramos “parte de algo” y tal vez te suene un poco descolocado esa expresión pero es que cuando eres migrante, de alguna manera sientes que no perteneces a nada y cuesta unos cuantos años adaptarte e insertarte en la sociedad.
Pues en fechas emblemáticas como la decembrina donde es costumbre compartir en familia, estar lejos de la tuya es el combustible perfecto para esa explosión de emociones que traes acumuladas de todo el proceso.
Entre las diversas actividades que se realizaron en el centro, estuvo la cena navideña; el comedor estuvo organizado, no como siempre con mesas separadas, sino unidas para que todos nos sintiéramos en familia. Hubo música, nos dejaron sacar fotos para el recuerdo y para el fin de año había uvas para los que siguen la tradición de comerla con las 12 campanadas, aunque en esta ocasión fueran imaginarias.
El segundo año (2020) me tocó pasar todo Diciembre hasta mediados de Enero en el hospital, me estaba sometiendo a un trasplante de médula ósea, si el primero ya me parecía triste, imagínense este.
Fue muy duro porque de por sí es un proceso muy doloroso, peligroso y delicado, a eso se le suma el hecho que debía estar aislada (sin visitas y con interacción del personal sanitario reducido debidamente protegido) en el artículo del TRASPLANTE DE MÉDULA ÓSEA – TIPOS, FASES Y PROCEDIMIENTO te cuento más detalles.
No pude ver la decoración navideña, si tuve mi cena especial de fin de año y pues me dormí temprano porque la verdad me sentí muy mal.
El hospital se encargó de animarnos la estadía a todos los que estábamos en el ala de trasplantados llevándonos serenata con un profesional de la salud especializado en musicoterapia, que iba a las habitaciones con su guitarra a cantarnos. También recibí una carta de una niña llamada Daniela, no la conozco pero supongo que fue una actividad que realizaron los Jesuitas de intercambio de cartas y a mí me llegó la suya. Además las enfermeras me regalaron un ángel de navidad como presente.
Este año (2021) es el primero que paso ya en casa, con la oportunidad de adornar, tener una cena hecha a nuestro gusto, con el calor de hogar, no tan completo como quisiéramos porque la familia sigue estando lejos, pero en casa.
Estoy trabajando el miedo que me invade este año la época decembrina porque, a pesar de tener un gran motivo para celebrar la vida, revivo la sensación del proceso de trasplante.
Enfocarme en que este 23 de diciembre de 2021 celebro mi primer año de renacida y, como todo nacimiento es forzado, de manera intrínseca viene marcado por dolor pero lleno de felicidad por el inicio de una nueva vida.
Si emigraste, cuéntame cómo han sido tus navidades. Gracias por leerme.
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